La sanación se encuentra al entablar relaciones sanas con otras mujeres, basadas en el amor, respeto, empatía; el conocimiento de nuestros cuerpos, sus procesos emocionales y biológicos.
Estoy segura hasta este día que las respuestas para nuestras heridas y dudas no las tienen los hombres.
Un hombre no te va a decir cómo debes sentirte ni que debes hacer, un hombre no me va a decir como menstruar o como parir; tengo que buscar a mi tribu para saberlo, para que me ayuden, para que me acompañen.
Estos conocimientos eran solo de mujeres y al introducirse los hombres los corrompieron y manipularon a su antojo, quemaron miles de brujas por miedo a su propia ignorancia.
Un hombre no puede decirte cómo hacer una carpa roja, ni siquiera debe y puede opinar de nuestras actividades ahí dentro porque no las conoce y NUNCA las sabrá.
Un hombre hablando mal del trabajo de una mujer es solo un participe más del machismo y el patriarcado, un ser celoso de la sabiduría y el poder de nuestros cántaros sagrados, un ser débil que no puede reconocer sus propias capacidades y aprovecharlas.
A esas mujeres que buscan respuestas en los hombres les envió amor, pues solo a través del amor de sí mismas podrán conocer su poder.
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