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Foto del escritorEva Ix Chel

Reflexiones feministas sobre el amor romántico

Escrito por Clara Gualano


El amor como fuente de vida y no como peligro. Sobre esta base y pensando sobre eso que nos desvela y nos agita, intentamos echar luz sobre los debates actuales en torno a las formas de amar.
Sin ti no soy nada,/una gota de lluvia mojando mi cara./Mi mundo es pequeño y mi corazón pedacitos de hielo”, canta la española Amaral. El amor romántico en sus ciclos (goce, éxtasis, ansiedad, depresión) lo habita todo: películas, libros, tv, representaciones en general. La emocionalidad "Romeo y Julieta", de shampoo dos en uno, de “media naranja”, es una de las bases culturales más fuertes y naturalizadas.
El feminismo actual, esa linterna que apunta a señalar la paja en el ojo del modelo patriarcal, levanta el dedo para señalar la dependencia tóxica en las relaciones de pareja como origen de muchas violencias sufridas por las mujeres. Y de ahí a cuestionar las bases culturales de eso, hay solo un paso. “No es tu media naranja, es tu exprimidor”; “Si me vas a hacer una escena, que sea porno”; “No nací para ser princesa, sino dragona”, son algunas de las consignas que, en paredes y pancartas del 8M pasado, le declararon la guerra a Cenicienta.
"El día en que una mujer pueda amar, no desde su debilidad sino desde su fuerza, no para escapar de sí misma sino para encontrarse, no para rebajarse sino para afirmarse, ese día será para ella, como para los hombres, una fuente de vida y no de peligro mortal", decía la lúcida Simone de Beauvoir desde la segunda ola feminista de los '70. A esas mismas palabras, la cuarta ola de los dos mil, las hace bandera en la calle.

Los orígenes del amor romántico
Se trata de un modelo relativamente nuevo. Fue una revolución en su momento histórico, porque marcó el fin de las alianzas de pareja basadas en acuerdos económicos o arreglados, para unir amor, sexo, procreación y convivencia. Diana Maffía, filósofa feminista, lo explica así: “El amor romántico es un invento entre el renacimiento y la modernidad que tiene que ver con fijar determinado tipo de roles a partir del cambio en la familia. La idea del amor, la sexualidad y el matrimonio unidos en un mismo espacio es absolutamente reciente. Estas vías transcurrían cada una por su lado, los matrimonios eran asociaciones con objetivos, a veces la procreación, a veces alianzas políticas o tribales. El amor y la sexualidad no siempre concurrían. El amor romántico es pensar en dos imanes que en algún momento conforman una totalidad, un amor heterosexual en el cual un varón y una mujer se van a ver atraídos y complementados.” (*)
Esto resulta en que una mujer está incompleta hasta que encuentra esa pareja: el todo. También resulta en que a una sola persona se le demanda: exclusividad sexual, amigos en común, hijos, vacaciones y momentos de ocio compartidos. Si este combo no se arma hay vacío y sufrimiento. El amor romántico se adapta bien a una sociedad capitalista en la que prima el individualismo porque excluye otro tipo de alianzas fuertes de afecto.
“El amor romántico es este ideal de complementariedad, pero también de satisfacción de los objetivos existenciales en la intimidad, esto pone a las mujeres en una situación vulnerable. Para ser una persona valiosa, debemos encontrar una pareja, tener hijos, porque nuestro éxito personal, nuestra trascendencia, depende de otros sujetos. La idea de romanticismo es una idea de satisfacción absoluta de todas las necesidades en ese vínculo”, afirma Maffía.

De príncipes y princesas
Disney fue la gran máquina reproductora de este tipo de afectividad, de la princesa que mata el tiempo hasta que le sucede “el amor”, un compañero con estatus social elevado que ofrece comodidades materiales ad infinitum. La carencia de objetivos personales y la ilusión de que el amor se encuentra una vez y dura para siempre son otros supuestos peligrosos.
Y ¡horror! Porque este modelo choca de frente contra una modernidad líquida en la que los vínculos son cada vez más fugaces y liberales en términos sexuales, generando un sentimiento de inadecuación que bloquea el desarrollo personal.

Más allá del amor romántico, un horizonte posible
Virginia Cano, activista lesbiana, feminista, docente y Doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, explica esta subversión del concepto: "Creo que la apuesta más interesante que están haciendo los feminismos y las disidencias sexuales y corporales en torno a la deconstrucción del amor romántico es la articulación, diversificación y fortalecimiento de las redes de soporte. En ese sentido, más que la ya bastante de moda crítica a la monogamia obligatoria y las retóricas de la “liberación” sexual, creo que hay que enfocarse en nuestras maneras cotidianas y prácticas a través de las cuales des-aprendemos la pedagogía erótico-afectiva recibida."
Las crianzas compartidas, la convivencias múltiples o el sentido de tribu y, sobre todo, la reflexión profunda sobre el amor propio que implica asumirnos completos, sin media naranjas o con múltiples medias naranjas, marcan la diferencia: "El desafío -afirma Cano- es sostener e inventar otros modos de vincularnos sexual, amorosa, amistosa y políticamente. De distribuir los cuidados, las labores domésticas, y también los mimos, el afecto corporal, la atención, el deseo y la sexualidad".
Muchas veces se opone el "amor romántico" a al "amor verdadero", el primero sería una idealización del otro, el segundo se construiría como acción, sentido límites y humanidad. Bell Hooks, feminista afroamericana, en su obra Claridad: dar palabras al amor (2012), lo dice como un verbo: amar debe ser una acción y no un sentimiento, y esto nos lleva a tomar una responsabilidad, implica voluntad, no instinto. Compartir, cuidar, respetar, potenciar, acompañar, entrarían en esta definición de amor. Retomando a Beauvoir, que el amor sea una fuente de vida. O que no sea nada.

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