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¿Qué son el amor romántico y la heterosexualidad obligatoria? ¿Por qué nos afectan a todas las mujeres?

Por Kalinda Marín


Ninguna porción de la lucha feminista es abstracta; ha tocado cada parte de nuestras vidas. Pero en ninguna otra parte nos ha tocado de forma más dolorosa y vívida que en aquellas áreas que llamamos “amor” y “sexo”. El modelo sexual y ‘amoroso’ del macho se basa en la dominación. El verdadero núcleo de la visión feminista, su semilla revolucionaria si se quiere, tiene que ver con la abolición de todos los roles de sexo, esto es, con una transformación absoluta de la sexualidad humana y de las instituciones que derivan de ella.

(Andrea Dworkin, Nuestra sangre)


En los años 80 algunas autoras feministas, lesbianas o no, empezaron a considerar la heterosexualidad obligatoria como un mecanismo político opresivo que nos afecta a todas las mujeres, como uno de los pilares principales sobre los que se erige y perpetúa el patriarcado.

Adrienne Rich escribió en 1984: “La dominación de las mujeres es la más naturalizada de todas y es fundante, originaria, primaria. Se naturaliza a través del amor romántico y la heterosexualidad obligatoria”.

Sintamos o no deseo sexual y afecto amoroso hacia otras mujeres, la crítica a la heterosexualidad obligatoria como un mecanismo político opresor es un ejercicio activo imprescindible para las feministas heterosexuales, bisexuales, lesbianas y asexuales, porque la destrucción de la heterosexualidad obligatoria está estrechamente relacionada con la destrucción misma del patriarcado como cultura, sistema de control, dominio, opresión y explotación de las mujeres.

La heterosexualidad obligatoria nos afecta a TODAS las mujeres, y lo hace desde que nacemos. La heterosexualidad obligatoria es una columna nuclear del patriarcado, y la raíz de la que nacen el amor romántico; la maternidad obligatoria; el deber de que las mujeres sirvamos a los varones; el sentimiento de culpa si no lo hacemos; la obligación para las mujeres de sacrificarnos y hacer nosotras siempre calladas el trabajo de cuidados y doméstico; la necesidad de la aprobación y validación de los varones; el prestigio de ‘lo masculino’ frente a ‘lo femenino’; la presentación del masoquismo y nuestro sufrimiento como algo heroico, normal y positivo; la sensación de inferioridad, impotencia o incapacidad si sentimos que no estamos a la altura que nos exige la sociedad patriarcal…

De esta manera, debido a la imposición por las buenas o por las malas de la heterosexualidad obligatoria a lo largo del tiempo como algo indiscutible y natural, varones poderosos han conseguido la subordinación de las mujeres a los varones, o viceversa, la dominación de las mujeres por los varones.

Y no solo eso, como escribió Kate Millet, logran que aceptemos sumisamente nuestra situación. “Muchas mujeres no se reconocen como discriminadas: no se puede encontrar una prueba mejor de la totalidad de su condicionamiento”. (Política sexual, 1970).

Espeluzna saber que todavía hoy, cuando se nos dice que se educa en igualdad, a los 8 ó 10 años las niñas y niños ya hayan adoptado los roles de género adjudicados por su sexo, como muestran muchos estudios. Uno reciente (2017) es It Begins at 10: How Gender Expectations Shape Early Adolescence Around the World. Las entrevistas realizadas en todo el mundo para esta investigación revelaron que las niñas están atadas ya a restricciones por su sexo a muy temprana edad, algo que las autoras del estudio aseguran tendrá graves consecuencias en su vidas. “Los estereotipos femeninos basados en “protegerlas” las hacen más vulnerables, enfatizando el afán de vigilarlas, sancionándolas físicamente cuando rompen las normas. Lo que les lleva a padecer más el abandono escolar, casarse de niñas, embarazos tempranos, infectarse por VIH u otras enfermedades de transmisión sexual”.

Notemos como en el estudio se ignora la heterosexualidad obligatoria, aunque Kristin Mmari, profesora asociada y autora principal de la investigación, afirma: “Los riesgos en la salud de los adolescentes están influidos muchas veces por roles de género establecidos ya a los 11 años”.

LA DESTRUCCIÓN DE LA HETEROSEXUALIDAD OBLIGATORIA ESTÁ ESTRECHAMENTE RELACIONADA CON LA DESTRUCCIÓN MISMA DEL PATRIARCADO COMO CULTURA, SISTEMA DE CONTROL, DOMINIO, OPRESIÓN Y EXPLOTACIÓN.

¿Esos roles no se han establecido partiendo de la base de una heterosexualidad en modo servil como una obligación para todas? Kate Millett escribía en Política Sexual (1970): “El sexo reviste un carácter político que, las mayoría de las veces, suele pasar inadvertido. El dominio sexual es tal vez la ideología más profundamente arraigada en nuestra cultura, por cristalizar en ella el concepto más elemental de poder. La revolución feminista ha de trascender a la reestructuración política o económica mediante una verdadera “reeducación y maduración de la personalidad”. Somos mujeres. Somos un pueblo sometido que ha heredado una cultura ajena”.

En la escuela, en muchas religiones, en los medios y en muchas familias, desde niñas y niños, nos imponen como naturales la subordinación de la mujer y las leyes patriarcales. “El patriarcado se apoya sobre dos principios fundamentales: el macho ha de dominar a la hembra, y el macho de más edad ha de dominar al más joven. Quizá la mayor arma psicológica del patriarcado es, sencillamente, su universalidad y longevidad. El patriarcado tiene un poder tan tenaz y poderoso gracias a su exitoso hábito de hacerse pasar por naturaleza”, escribió Kate Millett, autora que estudió a fondo el amor romántico.

Hemos hallado que los niños y niñas a muy corta edad -desde en las sociedades más liberales hasta en las conservadoras- interiorizan muy pronto el mito de que las niñas son vulnerables y los chicos son fuertes e independientes”, aseguran las autoras del estudio antes mencionado, “este es el mensaje que se ha ido reforzando por cada persona, compañero, profesor, cuidador que vive en el entorno del pequeño o la pequeña”.

Las investigadoras observaron que sus conclusiones coincidían con las de trabajos anteriores que aseguran que “durante la adolescencia, el mundo se expande para los niños y se contrae para las niñas”. Una de las causas es que estas niñas ya han sido sumergidas en los mitos del amor romántico. A los 14 años, tanto los niños como las niñas del estudio ya tenían claro de que era el niño el que debía tomar la iniciativa en cualquier relación. Y en todos los casos, las jóvenes señalaron de forma constante que la apariencia física y sus cuerpos eran su activo clave, y que sufrían por ello.

SI EL AMOR PATRIARCAL ES PERSISTENTE, GENERACIÓN TRAS GENERACIÓN, ES PORQUE NI A LA CLASE DOMINANTE NI A LOS VARONES LES INTERESA DAÑARLO EN LO MÁS MÍNIMO

Con esta educación que, como vemos, permanece realmente inalterable, se reproduce y perpetúa un constructo “amoroso” burgués creado como herencia del amor cortés y victoriano. Supuestamente el amor romántico ha ido cediendo terreno ante relaciones más “liberadoras” como el poliamor. Sabemos que no es así. Esas relaciones “libres” siguen al servicio del varón, permitiéndoles cumplir sus fantasías, por esa razón muchos varones hablan bien de ellas, las defienden, y para colmo, se presentan como superfeministas. En realidad solo han dado un barniz cool a las mismas relaciones de dominación de sus padres y abuelos machistas. Si el amor patriarcal es persistente, generación tras generación, es porque ni a la clase dominante ni a los varones les interesa dañarlo en lo más mínimo. Adoptará nuevas formas, más sofisticadas, más adaptadas al sentido común patriarcal de cada época, pero su esencia no cambiará.


  • El amor romántico

Desde niñas, a todas se nos marca, de fábrica, como heterosexuales, y se nos adiestra y prepara para el modelo heterosexual de servilismo sexual y emocional hacia los varones, un modelo de hetero-realidad donde el amor romántico juega un papel fundamental. La imposición, desde niñas y durante la adolescencia, de la idealización del amor romántico, también nos ha afectado o afecta a todas las mujeres.

Esta imposición patriarcal de la heterosexualidad obligatoria y el mito del amor romántico cumplen además otra función: mantenernos divididas a las mujeres, porque estás nociones dan base a la misoginia entre nosotras y hacia nosotras mismas. Esta idea interesada y exclusiva del amor romántico implica que el resto de mujeres son nuestra competencia. Desde pequeñas nos enseñan a odiar a otras mujeres y a competir con ellas, y a odiarnos a nosotras mismas por no alcanzar nunca el ideal romántico de mujer.

Lidia Falcón entrevistó en 1984 a Kate Millett en Nueva York. La entrevista salió publicada en el diario El País el 21 de mayo de 1984 con este rotundo titular, que parafraseaba a Marx: Kate Millet: “El amor ha sido el opio de las mujeres.

Lidia preguntaba a Kate: “¿Qué significa para ti el amor?” Kate Millett respondía: “Significa gran parte de mi vida. Conozco el amor heterosexual y el homosexual, y como lesbiana he conocido la persecución, la maledicencia y el maltrato. El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Tal vez no se trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para engatusar a la mujer y hacerla dependiente, en todos los sentidos. Entre seres libres es otra cosa”.

En otras muchas ocasiones Kate Millett no dejó de denunciar la idea patriarcal del amor romántico: “El concepto del amor romántico es un instrumento de manipulación emocional que el macho puede explorar libremente, ya que el amor es la única condición bajo la que se autoriza -ideológicamente- la actividad sexual de la hembra”.

La unión entre patriarcado y capitalismo se muestra en otro hecho innegable: el mito del amor romántico es un gran negocio. Aparte de los beneficios del cine, las series o la música, cada año las estadounidenses gastan más de mil millones de dólares en novelas románticas, el doble de los beneficios de la ficción literaria en ese mismo periodo de tiempo.

Resulta muy revelador analizar cómo la novela romántica ha ido cambiando desde los 90, para realmente no cambiar nada en el fondo. Estas novelas comenzaron a evolucionar hasta su forma actual, pretendiendo inculcar la idea de que el feminismo ya no es necesario, de que ya se ha logrado la igualdad entre hombres y mujeres. Estos libros “románticos, feministas y empoderantes” nos presentan heroínas más complejas emocionalmente que las protagonistas de la novela romántica clásica. Y no dudan en representar a la mujer de hoy como una “heroína con experiencia sexual”.

La violación ha ido siendo reemplazada por la “seducción forzada”, donde el amor de la heroína por el héroe deriva de un encuentro inicial en el que el consentimiento es ambiguo en lugar de ausente. En el caso de novelas “eróticas”: la mujer consiente… en ser maltratada y torturada, normalizando la humillación y la violencia sexual contra la mujer.

La novela romántica de hoy tiene mucha variedad, tratando de llegar a toda clase de mujeres. Hay subgéneros para todos los gustos: novela romántica histórica, contemporánea, inspiradora, adulta, joven, suspense romántico, y hasta novelas románticas paranormales. Entre sus protagonistas se encuentran, entre toda clase de “triunfadoras”, mujeres ricas, jóvenes o mayores ambiciosas y despiadadas, mujeres ejecutivas, altas profesionales de élite, políticas, mujeres líderes. Por supuesto, en su inmensa mayoría, mujeres blancas, burguesas y heterosexuales. La mayoría del feminismo ha descuidado estudiar y contrarrestar el enorme poder de la ficción romántica en millones de mujeres. No basta limitarte a decir que estas mujeres están alienadas.

Con la idea del amor romántico se nos enseña a odiar a la otra, la distinta, la diferente. Se nos adiestra para odiarnos. Nunca hay que olvidar lo que nos recordaba Kate Millett: “La imagen de la mujer tal y como la conocemos es una imagen creada por hombres y cosida a la medida de sus necesidades”, ni hay que olvidar algo que las mujeres haríamos bien en recordar siempre: Las mujeres ponen su mayor empeño en mejorar sus relaciones con los hombres. Pero lo más importante es cambiar las relaciones entre mujeres”.

No hay heterosexualidad obligatoria sin la idea metida en vena del amor romántico. Víctimas del amor romántico hemos sido o somos todas las mujeres, seamos heterosexuales, bisexuales o lesbianas. Cuánto sufrimiento nos evitaríamos las mujeres, y le evitaríamos a las niñas que están creciendo condicionadas, acabando con la heterosexualidad obligatoria de la que deriva el amor romántico.


  • La heterosexualidad obligatoria

La principal institución del patriarcado, como escribió Adrienne Rich, es la heterosexualidad obligatoria: un mecanismo patriarcal que nos convence a todas las mujeres de que somos heterosexuales, y así se nos trata y considera desde niñas. Y además nos impone una forma muy concreta de ser mujer heterosexual.

A las mujeres se nos dice que tenemos que lograr que los hombres sean felices, que seamos algo deseable para ellos y que eso sea una prioridad en nuestras vidas. Rich analiza las consecuencias y constata que todas somos afectadas por la imposición de la heterosexualidad obligatoria.

Esta presión nos enseña que solo ser heterosexuales nos permitirá ser miembros exitosos de la sociedad. “Uno de muchos mecanismos de imposición es, evidentemente, el hacer invisible la posibilidad y existencias lesbianas, un continente sumergido que se asoma fragmentado de vez en cuando a la vista para ser hundido de nuevo”.

Otro de los mecanismos de imposición es, obviamente, castigar a la mujer lesbiana de todas las maneras posibles, como nos recuerda Rich. “La lesbiana que no se disfrace se encuentra con la discriminación laboral y el acoso y la violencia en la calle. Incluso en instituciones de inspiración feminista, a las abiertamente lesbianas se las despide, y a las otras se les aconseja que se mantengan en la sombra”. Al final el sistema patriarcal busca la asimilación de la mujer lesbiana imponiendo a todas la pasividad y la sumisión: “Refugiarse en la igualdad, en la asimilación para quien pueda con ella, es la respuesta más pasiva y debilitante a la represión política, a la inseguridad económica y a un nuevo levantar la veda contra la diferencia”.

La crítica a la heterosexualidad obligatoria es una parte esencial del feminismo, porque afecta a todas las mujeres, seas lesbiana o no. Adrienne Rich escribió en 1980 su artículo Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana, tanto para las mujeres heterosexuales o bisexuales como para las mujeres lesbianas.

La crítica a la heterosexualidad obligatoria no trata de si la heterosexualidad es innata o no, ni propone una lesbiandad obligatoria, ni tampoco es un arma para atacar a mujeres por su sexualidad ni para forzarlas a nada, sino que hace un análisis profundo y crítico de la sociedad patriarcal y sus mecanismos, con el fin de destruirla. Va mucho más allá. Rich sostiene que la heterosexualidad obligatoria es una institución política, una construcción social que nos obliga a todas a servir a los varones. Se adoctrina a las niñas en la primacía del “incontrolable impulso sexual masculino”, y en que ese impulso irrefrenable es de la mayor importancia. Esto crea un clima donde los propios sentimientos sexuales de las mujeres pasan a convertirse en secundarios para ellas, dejando de ser importantes en su vida. “El impulso sexual masculino que todo lo puede y todo lo conquista, del pene-con-vida-propia, se enraíza en la ley del derecho sexual masculino sobre las mujeres que justifica la prostitución, como presupuesto cultural universal y defiende la esclavitud sexual dentro de la familia”.

Adrienne Rich afirma que estamos socializadas para elegir la heterosexualidad debido a las estructuras que aseguran que los hombres dominen a las mujeres. Las mujeres no saben cuál es su verdadera sexualidad sin la influencia de las presiones de la heterosexualidad obligatoria. Si te gusta otra chica, otra mujer, y se lo confías a alguien, siempre alguien te dará una explicación (“Solo es amistad”, “Es solo admiración”…). Te dirá lo que sea excepto que eres lesbiana.

Adrienne Rich escribió su artículo: “para contrarrestar la cancelación de la existencia lesbiana en tanta bibliografía feminista, cancelación que sentía (y siento) que tiene consecuencias no solo antilesbianas sino también antifeministas, además de distorsionar también la experiencia de las mujeres heterosexuales”.

En su artículo, Rich no deja de recordarnos que se dirige tanto a mujeres lesbianas como heterosexuales. “Las feministas heterosexuales sacarán fuerza política para cambiar si toman una postura crítica ante la ideología que exige la heterosexualidad, y las lesbianas no pueden dar por supuesto que no nos afectan esa ideología y las instituciones que en ella se fundan”. Así una mujer heterosexual puede haber escapado de los mandatos patriarcales de la heterosexualidad obligatoria mientras una lesbiana no. Si no comprendes esta frase no has entendido qué es esta institución patriarcal: una estructura de poder que moldea y daña a todas las mujeres, seamos heterosexuales, bisexuales, lesbianas o asexuales.

Obviamente la heterosexualidad obligatoria no afecta igual a una mujer blanca heterosexual que a una mujer negra lesbiana, sin embargo no hay mujer que no haya sido marcada a fuego con la heterosexualidad obligatoria desde su nacimiento, porque es una construcción social jerárquica que pone a las mujeres en desventaja. Nos pone numerosos obstáculos a todas las mujeres a la hora de tomar nuestras propias decisiones, como determinar nuestra sexualidad sin la influencia de lo que supuestamente tenemos que “elegir libremente”: la heterosexualidad y la maternidad forzosas, aceptar la supremacía masculina, hacer gustosamente todos los trabajos que no quieren hacer los varones, buscar la aprobación y validación de los varones, servirlos y satisfacerlos, sentirnos culpables y angustiadas si no lo logramos sentir y pensar a través de ellos y sobre ellos, y muchas otras “elecciones”… que no elegimos.

Adrienne Rich es muy clara: “No escribí el artículo para ahondar divisiones sino para animar a las feministas heterosexuales a analizar la heterosexualidad como institución política que debilita a las mujeres, y a cambiarla. Esperaba también que otras lesbianas percibieran el vínculo con las mujeres heterosexuales”. Rich cuestiona y desafía también a lo largo de su texto al feminismo de su época, críticas válidas y vigentes para parte del feminismo actual. “La investigación y la teoría feministas que contribuyen a la invisibilidad o a la marginación del lesbianismo trabajan de hecho contra la liberación y la potenciación de las mujeres como grupo”.

Rich quería que el artículo sugiriera nuevas clases de crítica, que suscitara preguntas nuevas en las mujeres y que, al menos, esbozara un puente sobre el espacio vacío entre lesbianas y feministas. “No ser capaces de analizar la heterosexualidad como institución es no ser capaces de admitir que el sistema económico llamado capitalismo o el sistema de castas del racismo son mantenidos por fuerzas, entre las que se incluyen tanto la violencia física como la falsa conciencia”.

Hace tiempo que es necesario que la crítica de la heterosexualidad obligatoria, con todas sus implicaciones, sea reconocida como una parte esencial del análisis feminista. Hoy día sigue siendo necesario ahondar en el estudio de la heterosexualidad obligatoria como una estructura de la cual proceden una serie de instituciones, mecanismos y valores que sustentan el poder patriarcal, controlando a las niñas y mujeres de las sociedades actuales. Su poder es político, como ya señaló en 1992 Monique Wittig en El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Si como escribió Wittig la heterosexualidad obligatoria es una estructura que ordena en clases a la sociedad entera, es por tanto una estructura política. Wittig habla de la heterosexualidad obligatoria como un régimen político que se basa en la sumisión y la apropiación de las mujeres, un régimen político indispensable para la división sexual del trabajo y para la asignación del invisible trabajo doméstico y de cuidados. Sin este trabajo sin salario de millones de mujeres, un trabajo que las condena a la dependencia económica, el capitalismo sería inviable. Sin este trabajo de millones de niñas y mujeres en todo el mundo, el sistema capitalista no sería sostenible.

Rich proponía: “Las feministas lo que tienen que plantearse no es la simple “desigualdad de género” o el dominio masculino de la cultura, sino la imposición sobre las mujeres de la heterosexualidad como medio de garantizar el derecho masculino de acceso físico, económico y emocional a la mujer”.

Este “derecho masculino” tiene derivadas como considerar el trabajo doméstico y de cuidados como destino “natural” de las mujeres. El feminismo actual tiene que retomar la crítica a la familia patriarcal, que cumple un papel esencial en el sostenimiento de la sociedad capitalista, que sería insostenible sin el trabajo gratuito de las mujeres. En su libro Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas Silvia Federici escribió: “Lejos de ser una estructura pre-capitalista, la familia, tal y como la conocemos en «Occidente», es una creación del capital para el capital, una institución organizada para garantizar la cantidad y calidad de la fuerza de trabajo y el control de la misma”. Federici recuerda la lección de independencia que las mujeres de su generación recibieron de sus madres tras la segunda guerra mundial, y que trasmitieron a sus hijas como un hecho que “hizo inviable para muchas mujeres, e intolerable para muchas otras, la perspectiva de una vida dedicada al trabajo doméstico, la familia y la reproducción”. ¿Qué mujeres van a transmitir hoy día esa lección de independencia a las niñas y a las mujeres más jóvenes si las mujeres con conciencia feminista no lo hacen con la constancia necesaria?

Para Adrienne Rich, que la mayoría de la literatura feminista todavía funcione bajo el paradigma de la heterosexualidad obligatoria, hace que sea un impedimento para nuestra liberación. No rechazar este mecanismo opresivo es el techo de acero del feminismo que no va a la raíz de nuestra opresión. Un feminismo que no integre honestamente la crítica y el rechazo de la heterosexualidad obligatoria, y todas sus derivadas, como un sistema político de dominación sobre todas las mujeres es un feminismo cuanto menos limitado en su alcance, y por tanto en sus efectos. El feminismo actual podrá usar la terminología que considere más oportuna para nuestro presente, pero el contenido esencial de la crítica no puede permanecer ajeno al análisis feminista mayoritario.

Rich señaló: “Aquí me interesan también otras dos cuestiones: primera, cómo y por qué la elección de mujeres por mujeres como camaradas de pasión, compañeras de vida o de trabajo, amantes, como comunidad, ha sido aplastada, invalidada, obligada a ocultarse y a disfrazarse; y, segunda, la virtual o total desatención hacia la existencia lesbiana en una amplia gama de escritos, incluida la investigación feminista. Es evidente que las dos cosas están relacionadas. Creo que buena parte de la teoría y critica feministas están encalladas en este banco de arena”.

Como escribe la feminista chilena, Andrea Franulic, “la heterosexualidad obligatoria es una institución política para mantenernos divididas y romper nuestros vínculos y mantener el servilismo de las mujeres hacia los hombres”. Las formas de control de las cuales se sirve esta institución son la “la violación como sistema de dominio, maltratos, femicidio, la publicidad, cosificación, pornografía…”.

Otro de los aportes de Adrienne Rich es sacar a la luz la existencia y el continuum lesbiano, es decir, en palabras de Andrea Franulic, “las relaciones de amor y amistad que se han dado a lo largo de la historia entre las mujeres, relaciones milenarias que han sido negadas, borradas y tergiversadas”. Al hablar de la existencia lesbiana Rich nos habla de mujeres que aman a otras mujeres. Franulic nombra así a las mujeres lesbianas: “Somos mujeres que nos negamos a vivir bajo el alero del sistema de supremacía masculina y su contrato sexual, porque no nos vemos reflejadas en sus instituciones y relaciones instrumentales, por tanto, no aceptamos la imposición de la heterosexualidad”.

Kate Millet escribió por su parte: “Dar el paso de cuestionar la heterosexualidad como “preferencia” u “opción” para las mujeres, y hacer el trabajo intelectual y emocional que viene después, requerirá una calidad especial de valentía en las feministas heterosexualmente identificadas. Pero creo que los beneficios serán grandes: una liberación del pensamiento, un explorar caminos nuevos, el desmoronarse de otro gran silencio y una claridad nueva en las relaciones personales”.

Y Audre Lorde nos recordaba: “Se espera que las personas negras y del tercer mundo a los blancos para que reconozcan nuestra humanidad. Se espera de las mujeres que eduquen a los hombres. Se espera que las lesbianas y los hombres gay eduquen al mundo heterosexual. Los opresores mantienen su posición y eluden la responsabilidad de sus propias acciones. Hay un drenaje constante de energía que podría usarse mejor para redefinirnos e idear escenarios realistas para alterar el presente y construir el futuro”.

Lidia Falcón preguntaba a Kate Millett en la entrevista citada anteriormente: “¿Es preferible el amor homosexual para las mujeres?” Kate Millett respondió: “Yo creo que para mí, como para otras muchas mujeres como yo en el movimiento, que amamos mujeres, fue algo tan natural como inevitable. La camaradería que fuimos forjando nos llevó a cruzar la barrera sexual simplemente. Pero sobre todo hay que pensar que el movimiento feminista debe mantenerse unido, y ello exige una redefinición del lesbianismo dentro del feminismo. Crear unanimidad y tolerancia entre homosexuales y heterosexuales y luchar por objetivos comunes. Vivimos una época en que no sólo el patriarcado, sino la heterosexualidad, están en vías de desaparición, por lo menos como los hemos conocido hasta ahora, que son verdaderas monstruosidades”.

Hay más derivadas socio-económicas consecuencia de la heterosexualidad obligatoria. Catherine MacKinnon afirma que el trabajo de una mujer “depende de que pretenda no solo ser heterosexual, sino ser una mujer heterosexual que vista y desempeñe el papel femenino y complaciente que se requiere de las mujeres reales”. (Acoso sexual de mujeres trabajadoras: un caso de discriminación sexual, 1979).

Rich sostiene que el tratamiento a las mujeres en el lugar de trabajo es una influencia significativa de la heterosexualidad obligatoria en la sociedad, que las mujeres se sienten presionadas para ser heterosexuales prototípicas en el lugar de trabajo, y que esta presión también está presente en la sociedad en general.

Radicalesbians escribieron en 1970 en La mujer que se identifica con la mujer que para su autorrealización las mujeres han de elevarse mutuamente en lugar de ser complacientes con la opresión de los hombres. El propósito de las críticas de la heterosexualidad obligatoria no era ni es dividirnos a las mujeres en función de nuestra ‘orientación sexual’, sino todo lo contrario: unirnos en la causa común de valorarnos a nosotras mismas, en vez de permanecer desunidas al valorarnos por cómo somos definidas por los varones, o valorarnos por comparación o con respecto a ellos.

Kathleen Gough sostenía en El Origen de la Familia (1973), que hay ocho características del “poder masculino en las sociedades arcaicas y contemporáneas: rechazar la sexualidad de las mujeres; forzar la sexualidad masculina sobre las mujeres; explotar el trabajo de las mujeres; controlar o robar sus hijos a las mujeres; confinar físicamente a las mujeres; usar a las mujeres como objetos para transacciones masculinas; negar a las mujeres su creatividad; y negar a las mujeres el conocimiento y los logros culturales”.

Casi medio siglo después, ¿podemos decir que ha desaparecido el poder masculino, o por el contrario siguen presentes estas manifestaciones de su poder en la sociedad actual?

No habrá liberación de las mujeres mientras se siga adiestrando a las niñas para servir a los varones, para sentirse inferiores a ellos, para tomar como referencia y modelo una heterosexualidad particular: forzada y soporte de la supremacía masculina. Kate Millett escribió en Política Sexual: “Sean cuales sean las diferencias “reales” entre los sexos, no es probable que las conozcamos hasta que los sexos sean tratados de manera diferente que hasta ahora, es decir, con igualdad”.

El feminismo de la cuarta ola, si realmente quiere acabar con el patriarcado, tiene que tener seriamente en cuenta los mecanismos que utiliza para hacer que las mujeres dependan de los varones y los sirvan. Esto no quiere decir que la terminología que usaron Adrienne Rich, Monique Wittig y otras autoras del siglo XX, y las críticas concretas que hicieron, no puedan y deban actualizarse y afinarse. Tras la publicación de su artículo, otras autoras feministas cuestionaron algunas partes de su crítica y algunos conceptos que ideó Rich que pensaban que creaban confusión, malentendidos y divisiones entre las mujeres al ser malinterpretados, algo que ha seguido ocurriendo hasta la actualidad. A menudo la causa es una tremenda confusión de términos y conceptos, algo evitable si antes de debatir se clarifican y precisa de qué estamos hablando exactamente.

En tiempos de las redes sociales sorprende leer el respeto mutuo con el que hablaban las feministas de sus diferencias y cómo argumentaban sus críticas. Esta correspondencia entre Adrienne Rich y Ann Snitow, Christine Stansell y Sharon Thompson sobre ‘Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana' es un buen ejemplo de ello.

Escriben Ann Snitow, Christine Stansell y Sharon Thompson a Adrienne Rich:

Nosotras tres (una de las cuales es lesbiana, dos heterosexuales) teníamos preguntas sobre tu uso del termino falsa conciencia para la heterosexualidad de las mujeres. En general, creemos que el modelo de falsa conciencia nos puede impedir ver las necesidades y deseos de que constan las vidas de quienes sufren opresi6n. Puede llevar, también, a un fácil negar la experiencia ajena cuando esa experiencia es distinta de la nuestra. Nosotras proponemos, en cambio, un modelo social complejo en el cual toda vida erótica es un continuum que incluye, por tanto, relaciones con hombres.Lo cual nos lleva a esta metáfora del continuum. Sabemos que eres poeta, no historiadora, y estamos toda la vida a la espera de leer tus metáforas (y nos alzamos más rectas como feministas, como mujeres, por haberlas leído). Pero la metáfora del continuum lesbiano se presta a todo tipo de malentendidos, y estos tienen a veces consecuencias políticas raras. Por ejemplo, Sharon informa de que en un encuentro reciente sobre la lucha por el derecho al aborto, las nociones de continuum surgieron varias veces en el debate y sufrieron transformaciones que causaron división. En general, la noción de que existían dos maneras de estar en el mismo continuum fue interpretada como que quería decir que esas dos maneras eran la misma. Desapareció el sentido de gama y de gradación que tu descripción evoca. El lesbianismo y la amistad entre mujeres pasaron a ser exactamente lo mismo. De forma similar, la heterosexualidad y la violación se convirtieron en lo mismo. En una de las varias versiones del continuum que se desarrollaron, se añadió una pendiente, mas o menos así:Lesbianismo\sexo con hombres,sin penetración-sexo con hombres,penetración\ViolaciónEste continuum en pendiente les llevó a quienes propusieron a la siguiente conclusión: una estrategia apropiada y viable de derecho al aborto es informar a todas las mujeres de que la penetración heterosexual es violación, sea cual sea su experiencia de contrario. Todas las mujeres reconocerán inmediatamente la verdad de ello y optaran por la alternativa de la no-penetración. La lucha por el derecho al aborto se simplificará de este modo en una lucha contra el sexo impuesto y sus consecuencias (puesto que ninguna mujer ilustrada se dejaría penetrar voluntariamente a no ser que el objeto fuera la procreaci6n: una visi6n que suena peculiarmente católica).Quienes proponían esta estrategia eran mujeres jóvenes que han trabajado duro en el movimiento por el derecho al aborto durante los últimos dos años o mas. Tienen poca experiencia pero mucha dedicaci6n. Es por esto que tomamos en serio su lectura de tu trabajo. No creemos, sin embargo, que proceda solamente, o ni siquiera en absoluto, del trabajo en si. Un origen igual de probable es la tendencia a dicotomizar que ha envenenado el movimiento de mujeres. El origen de esta tendencia es mas difícil de rastrear.En este sentido, nos intrigan las alusiones en Heterosexualidad obligatoria a la doble vida de las mujeres. Defines la doble vida como la aparente aquiescencia a una institución que se basa en el interés y la prerrogativa masculina. Pero esta definición no explica realmente tus otras alusiones: por ejemplo, a la intensa mezcla de amor e ira en las relaciones lesbianas y al peligro de mitificar lo que significa amar y actuar contra corriente. Pensamos que estos comentariosplantean cuestiones extremamente importantes en este momento para las feministas; el problema de la división y la ira entre nosotras requiere que se airee y se analice. ¿Es este, tal vez, el tema de una pieza que tienes entre manos?Nos sigue encantando la posibilidad de tener un encuentro contigo en los próximos meses. ¿Podrá ser?Nuestros saludos y apoyo en todo lo que emprendas.Con amor,Sharon, Chris y Ann

Como decía antes, la crítica a la heterosexualidad obligatoria que hizo Rich hace ya 40 años tiene que ser actualizada y mejorada. Su crítica puede ser afinada y ser perfeccionada para no crear malentendidos que crean división en la lucha de las mujeres y no la hacen efectiva en muchos casos, pero siempre teniendo claro que no habrá liberación de las mujeres mientras se nos siga aleccionando desde niñas para que las mujeres cumplamos los deseos y para que saciemos las “necesidades” de los varones, mientras continúen vivas las demás consecuencias de la imposición patriarcal que he ido exponiendo. La misma Adrienne Rich escribió en el prólogo a la edición de 1982, solo cuatro años después de haber escrito el texto original. “A consecuencia de todos esos cambios, hay partes de este artículo que expresaría de otra manera, matizaría o ampliaría si lo escribiera hoy”. Imaginad qué diría Adrienne en 2020, cuando los cambios desde 1980, en la sociedad y en el propio movimiento feminista y lésbico, han sido tantos. Recordemos sus palabras:

“No hay nada en esa ideología que nos obligue a pensarnos como victimas, como si nos hubieran lavado el cerebro o fuéramos del todo impotentes. La coerción y la obligación están entre las condiciones en las que las mujeres hemos aprendido a reconocer nuestra fuerza. La resistencia es un tema importante en este artículo y en el estudio de la vida de las mujeres, si sabemos qué es lo que buscamos”.

No hay atajos: para nuestra liberación es imprescindible desmantelar las instituciones y mecanismos que perpetúan nuestra opresión para socavar definitivamente el sistema patriarcal/capitalista/racista y la supremacía masculina, y que las mujeres seamos, amemos y vivamos como seres libres.



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